El partido entre Napoli y Barcelona, por la Champions, es la excusa para reflotar una constante de los argentinos. Retornar a la antinomia: Maradona o Messi. Y como es habitual, para defender una postura, o persona, se recurre a atacar a su supuesto antagonista. Tiene que ser blanco o negro, otro color no vale…
Messi-Maradona asoma como una incompatibilidad, como River-Boca o Rosario Central-Newell’s en fútbol, Quilmes-Peñarol en básquet, o Ford-Chevrolet en automovilismo. La diferencia es que los dos 10 no son clásicos rivales sino que identifican a la camiseta celeste y blanca que une a toda la nación.
En vez de disfrutar que Argentina parió a dos de los máximos monstruos futbolísticos de todos los tiempos, decidimos ponernos de un lado u otro de la grieta. La disputa no pasa por Maradona y Messi, como debería ser, sino que pasa por Maradona o Messi. Destacar las virtudes de uno y denostar al otro.
Que no tiene conducta, que los excesos en su vida personal lo destrozaron: acusaciones al nacido en Villa Fiorito. Que es pecho frío, que no canta el himno, que nunca ganó nada con la Selección: ataques contra el rosarino.
Es una enorme obviedad que poseen personalidades distintas, eso los encasilla y diferencia. Leo es un laguna tranquila de aguas calmas; Diego es un mar oleado e impetuoso. Ambos, sin dudas, con un paisaje encantador de fondo. Algunos buscan navegar en calma, otros gustan de surfear.
Es cuestión de gustos. Pero sería bueno cortar esa polémica sin sentido; no es necesario denostar a un 10 para resaltar al otro 10. Lo más recomendable sería celebrar a los dos futbolistas que exaltan el orgullo nacional con el número más atrapante.