Flick sacude el ADN

El alemán ha agitado el estilo del Barça y lo ha revolucionado con un fútbol directo, arriesgado y ultraofensivo: 83 goles en 28 partidos.

El Barça anunció el fichaje de Hansi Flick el 29 de mayo después de todo el vodevil Xavi. “Ya tenemos entrenador”, cuentan que le dijeron Deco y Bojan a Joan Laporta después de su primera reunión con el alemán en Londres. Sin embargo, no dio su primera rueda de prensa hasta el 25 de julio, casi dos meses después, delante de más de 150 informadores. Flick no dijo demasiado. Ha preferido hacer.

Este domingo ganó su primer título como entrenador del Barça después de arrasar al Real Madrid (2-5) en Yeda. El resultado no es casual. Ya le había metido cuatro al eterno rival en el Clásico del Bernabéu. También zarandeó a Bayern, Dortmund, Villarreal, Sevilla… Su equipo ha marcado, en lo que va de temporada, 83 goles en 28 partidos. Una media de casi tres goles (2,96) que es la mejor foto de la vocación ultraofensiva de un equipo al que ha dado la vuelta como un calcetín.

Flick ha sacudido al Barça. Por primera vez en muchos años, y exceptuando la boutade de Setién y la ocurrencia de Martino por una causa de fuerza mayor (la enfermedad de Tito Vilanova), el club decidió cortar sus lazos con entrenadores conocedores del entorno. De Guardiola, Luis Enrique, Valverde, Koeman o Xavi se pasó a un alemán criado en los bosques de Mückenloch que lo más cerca que había estado del el Barça fue en el 2-8 de Lisboa, que pronto será recordado cuando los azulgrana visiten Da Luz la próxima semana.

No puede decirse que Flick haya borrado las huellas del estilo Barça, pero sí ha sacudido las telarañas de un equipo que se había vuelto algo ‘manierista’. Ahora va a por faena. A la yugular del rival. Sin especular. Las cifras le respaldan. Alejado del guerracivilismo interno que es inevitable en la vida del club, siempre sujeto a la guerra de familias y al deseo de poder de las mismas, sólo ha escuchado lo imprescindible desde fuera. Se encerró en el vestuario con los jugadores, no se distrajo en lamentarse por la crítica situación económica del club y se esforzó en conseguir algo de lo que estaba convencido: la plantilla tenía margen de mejora.

Más allá de los números, que han pasado de brillantes a mediocres en la Liga en los dos últimos meses, pero que son excelentes en el resto de torneos, el equipo ha jugado con personalidad y presencia. Y el vestuario, que ha soportado ya varios momentos crudos este curso, da la sensación de seguir a pies juntillas a un entrenador que, dicen, habla claro. Y toma decisiones. Como las de haber cambiado las multas por sanciones deportivas a aquellos jugadores que llegan tarde a charlas técnicas durante concentraciones. Koundé e Iñaki Peña han sido las dos víctimas hasta ahora. El francés fue de los mejores en la final; y el portero, que aceptó ser suplente de Szczesny, entró enchufado después de la expulsión del polaco.

Físicamente, el Barça también ha subido un punto. Los jugadores han admitido pública y privadamente que se entrena más, y más duro. Y tácticamente se lanzó, desde el principio de temporada, metros adelante. Radicalizó la famosa ‘presión alta’, retocó la posición defensiva de Lewandowski, la ofensiva de Raphinha.; y se ha encontrado un gran Lamine. De adelante hacia atrás, o viceversa, es un equipo que juega como un acordeón y se despliega como hace años no se veía. Flick, además, no venía ‘intoxicado’ por aquellos que se habían quedado anclados en el viejo juego de posición. En defensa, hay obligaciones serias. Pero en ataque da una libertad que los jugadores agradecen. Un Barça más rockero, contracultural, que ha sacudido a una afición que se había aburrido de verlo durante años y que ahora vuelve a vibrar. Flick es uno de los personajes de la temporada en Can Barça. Eso sí, sólo está a mitad del camino.

Con contrato hasta 2026, Laporta, presidente acorralado hace unos días, sabe que tiene una baza electoral más si es capaz de completar una buena segunda parte de campeonato. La reconstrucción del Spotify Camp Nou, la reinscripción de Olmo; y las renovaciones de Lamine y Flick. No habría ni elecciones en año y medio. Pero Flick está aún a medio trabajo.

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