España firma una victoria coral con una alineación muy renovada. Los goles de Oyarzabal y Ayoze aseguran la ventaja de campo en cuartos.
No estaban Unai, ni Carvajal, ni Rodrigo. Ni Le Normand. Ni Lamine. No estaban ellos pero daba igual porque la actual España ha conseguido la cuadratura del círculo: juega bien se ponga quien se ponga la camiseta roja, azul o de ese amarillo natillas que a este paso nos va a resultar simpático. Trending topic, incluso. La Roja volvió a sumar una victoria coral que en este caso tenía un premio añadido al de los tres puntos: el liderato asegurado cuando acabe la fase de grupos de la Nations League o, lo que es lo mismo, el factor campo a favor en los cruces de cuartos de final que aguardan el próximo mes de marzo. Una delicia de triunfo, una delicia de equipo.
Y no era fácil la empresa que debía afrontar en Copenhague. Hubo un tiempo en el que la dinamita roja, la verdadera, así lo decía su apodo, era Dinamarca. Eran los años de Laudrup, Lerby, Larsen y compañía, una selección que se ganó la admiración general en los 80 con un fútbol que sonaba a renovación. O poco después, con la Eurocopa conquistada en 1992. Ahora, sin embargo, no hay más dinamita roja que la de España, campeona vigente de la Nations League y de la Euro. Acudía al Parken de Copenhague con el objetivo de refrendar ese dominio en el Viejo Continente, también con el propósito de asegurarse acabar primera de grupo la fase de clasificación. Para ello le bastaba con sumar un punto, pero los buenos estudiantes no buscan simplemente el aprobado sino que van a por nota.
De la Fuente decidió afrontar ese examen con una alineación revolucionaria en la que casi nada se parecía a lo que les había llevado hasta Copenhague. Dupla inédita de laterales, con Porro y Cucurella, y una franja de creación con tanta polivalencia que uno aguardaba expectante cómo se situarían los jugadores sobre el césped una vez sonara el pitido inicial. Lo del Parken, vaya por delante, acompañaba. “España debe notar el ambiente”, advertía Hojbjerg en la previa. Y vaya si se notó el ambiente en un estadio al más puro estilo british… por las gargantas de los aficionados, también por el fresco de la noche y por las gradas, verticales en un cubo que se antojaba el escenario idóneo para vivir una gran fiesta de fútbol.
España creaba peligro por la banda derecha
La receta del pastel danés estaba clara desde el minuto uno: presionar la salida de balón de España, muy arriba, sin descanso, con Gronbaek, Hojlund y Eriksen erigiéndose en los primeros defensas del equipo aunque se tratara de los tres delanteros con los que Brian Riemer pretendía intimidar a La Roja. España tardó unos diez minutos en encontrar la respiración, pero a partir de ahí supo desactivar esa presión con lo que mejor sabe hacer, tocando rápido el balón.
Vestergaard era una gran vía de agua por la que se deshacía la defensa danesa cada vez que los internacionales españoles filtraban un pase al hueco. La segunda incursión por esa banda derecha encontró a Ayoze, cuyo remate se estrelló en la misma escuadra de Schmeichel (13′). Era el primer aviso. Vendrían más y uno de ellos, este letal, apenas dos minutos después. Dinamarca pagó caro su error en el inicio de jugada. Controló Mikel Merino, que templó hacia Ayoze y este cedió el balón, como si fuera un regalo con lacito, a Oyarzabal, quien resolvió con la tranquilidad propia de los tipos con clase. Puro aroma a tiqui-taca justo allí, en Dinamarca, donde esa prestidigitación con la pelota nació hace 17 años, ya saben, con aquel gol de Ramos tras 28 pases y 65 toques.
El 0-1 no hizo levantar el pie del acelerador. La Roja mantuvo el control, pero no en un manejo inútil, sino con un dominio que buscaba hacer daño a través de triangulaciones de todo tipo. Olmo iluminaba cada ataque, Zubimendi se echaba al equipo sobre sus hombros, el realista crece partido a partido, del mismo modo que lo hace bajo palos David Raya, espléndido en todos estos meses en los que Unai Simón ha estado de baja. Difícil papeleta la que le espera a De la Fuente cuando el meta del Athletic regrese. Bendita papeleta.
Afortunadamente, Raya no tuvo que emplearse a fondo con el paso de los minutos, cuando la lógica podía augurar el arreón de Dinamarca. Pero España solventó sin despeinarse el arranque de la segunda mitad y enfrió el Parken en el minuto 57. Fue una jugada central, vertical, en la que Zubimendi asistió a Olmo y este a Ayoze para que el delantero del Villarreal resolviera con pasmosa tranquilidad. Un canario que se precie nunca se pone nervioso y el de Santa Cruz de Tenerife lo dejó claro.
De ahí al final, una alegría, el debut de Marc Casadó, y dos contratiempos en forma de lesión, las de Baena y Zubimendi que mantienen de rabiosa actualidad lo agotador del calendario y la manía de la UEFA y la FIFA de meternos el fútbol hasta en la sopa. También hubo lugar para un susto, con el remate al palo de Isaksen en el 78′, y para una jaimitada de Raya quien, tras cederle Fabián un balón envenenado, trató de controlar en lugar de despejar. ¿Resultado? Gol de Isaksen. Afortunadamente, la marea danesa se detuvo ahí y el partido finalizó con una victoria que permite a España seguir mandando en Europa. Juegue quien juegue. De la Fuente tiene la orquesta muy bien afinada.
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