Julián Alvarez ya está aquí

El Atlético logra derribar Balaídos en el 90′ con un gol del argentino asistido por Griezmann. Los de Giraldez, que no perdían en casa desde febrero, merecieron más. Pero sostuvo Oblak.

Da igual los temporales que azoten Balaídos que solo uno lo derriba: se llama Griezmann y habla francés. Un soplido le bastó para desempolvar la magia en su bota y lanzar el balón al segundo palo para que el hombre araña le gritase al mundo que ya está aquí, que Julián Alvarez ha llegado al Atlético. La lluvia caía sobre él en la noche, como un bautismo entre los cascotes de un Celta que mereció más pero cayó rendido a su picotazo en el 90′.

Cuando el Atlético salía una hora y media antes al partido, al argentino le tocaba observar desde lejos, desde el banquillo. Había salido el Cholo con cuatro rotaciones, la suya incluída, y un viaje al pasado: un Simeone de inicio en partido oficial llamado Giuliano en vez de Diego, pocos de padres a hijos pueden resultar más emocionantes en el Atleti. El Cholito ocupaba el carril zurdo, una demarcación no habitual para él que enseguida mandó explorar Giráldez. Soplaba el entrenador del Celta las velas de los 500 encuentros de Aspas con su titularidad y un Panda al lado. Reinildo fue el regalo rojiblanco. Desde el inicio los dos últimos vivieron su propio partido dentro del partido con tarascadas, empellones, tomas y dacas con dos rombos. El césped, rapidísimo, favorecía a un Celta que salió a dominar, correr y ulularle al oído al Atlético por Balaídos, como si la borrasca Aitor que azota estos días la península fuese en realidad un tormentón venido de Moaña. A los diez minutos, Carreira horadaba la espalda de Giuliano para poner un centro franco al corazón del área donde llegaba Swedberg. Disparó este demasiado cruzado, sin embargo, con la pólvora mojada, haciendo de la ocasión un churro. Griezmann replicó a los cinco minutos, con un centro-chut raso que sacó Guaita por si acaso aunque el francés estuviese en fuera de juego. El Atleti, impreciso, no encontraba espacios. Koke estaba solo aunque jugase acompañado. Llorente se anula en el medio y Gallagher es mejor tres pasos adelante. Ambos a sus costados, tan parecidos, solo desordenaban.

Si Manquillo y Carreira refulgían en la derecha con sus carreras afiladas, dale y dale a la espalda de Giuliano, Reinildo se dejaba de batallar con el Panda para ejercer de tapón de Aspas. La lluvia ya caía fuerte sobre el Cholo en ese momento, casi al descanso. Torrencial la del cielo, constante la de la hierba. Pero cuando Balaídos se preparaba para celebrar el 1-0, al ver a Aspas recibir una pelota de Borja Iglesias en la frontal y disparar seco, duro y por bajo, apareció un dedo para puntear fuera y que muriera el gol en las bocas antes de haber nacido. Era Oblak en modo San Jan que, quien lo probó, lo sabe, y para Balaídos era otra taza tras el partido de las nueve paradas en 2017.

Cuando regresó este partido, en el Atlético seguían los mismos y de la misma manera. El duelo, claro, no cambió un ápice. El Celta tenía el control. El Atleti, la nada, por decir algo. Corrían los minutos y seguía sin un remate. Ni a portería ni fuera ni por equivocación. Simeone revolvía el armario y sacaba la tercera punta de su tenedor: Julián. Gallagher y Llorente formaron el doble pivote y Sorloth lo celebró ganándole un duelo a Starfelt, su particular pesadilla nórdica en la noche, estrellándole un balón en la espalda que contó como medio remate. Giráldez, mientras, con otra ocasión que dejó colgadas de la madera de Oblak más luces que las que llenan las calles de Vigo en Navidad: fue un remate a bocajarro del Panda, después de una jugada de izquierda a derecha a la que los defensas del Cholo asistieron con piernas de flan, que terminó de nuevo en Oblak. Y otra taza más. Empezaba la lluvia de ocasiones.

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