El técnico italiano restó importancia al fallo esquemático, pero la sombra del regreso al pasado, al juego con extremos personificado en el malagueño, aparece.
Y a la séptima fue el vencido. El Madrid se presentaba impoluto (cinco triunfos en Liga y uno en Champions ante el Union) en el Metropolitano y, tras el derbi, el blanco dejó de ser inmaculado. Tres testarazos, dos de Morata y uno de Griezmann, desdibujaron la pizarra de Ancelotti por primera vez. Hubo lagunas en defensa, donde hizo especial hincapié el de Reggiolo en sala de prensa, aunque también en ataque. Con la superpoblación de la sala de máquinas los laterales deben volar para suplir la ausencia de extremos. Hasta ahora, la receta tenía regusto agradable, pero en el primer duelo de tronío se volvió agria. Y así aparece una sombra, la del regreso al pasado. Un 4-3-3 que tomó forma cuando Brahim entró al campo. El malagueño fue la nota más discordante de un Real Madrid con una partitura sin estridencias.
Un ‘invento’ de Kroos y el empuje parecían poner el partido en territorio remontada (2-1, gol anulado a Camavinga…), pero el 3-1 apagó la ascuas y el equipo blanco volvió a ser demasiado plano. El Atleti se encontró cómodo. La mayoría de los 20 disparos que ensayaron los de Ancelotti eran lejanos y ello amortiguaba el peligro y facilitaba la labor rojiblanca. Hasta que en el 70′ apareció Brahim para, con Joselu de nueve y Rodrygo de once, terminar la mutación. Del abeto inicial, un 4-3-2-1 con Modric y Bellingham como doble enganche, al 4-3-3 de casi siempre hasta la reestructuración estival. Ese “quiero probar algo nuevo en este principio, a ver cómo va, y si no sale bien, tenemos siempre el sistema viejo que tanto nos dio en el pasado” pronunciado en UCLA en plena pretemporada, ahora gana peso.
El resultado invitaba a la locura, pero no fue hasta que apareció Brahim cuando el desequilibrio entró en escena. El 21 acostumbra a exprimir sus minutos y en el Metropolitano volvió a hacerlo, dejando conducciones verticales, un par de centros peligrosos, un chut lateral tras jugada personal y, sobre todo, el runrún constante de que algo podía pasar cuando recibía el balón. Al Madrid le sentó bien jugar, aunque fuese una muestra escasa, con dos extremos y un ariete. Porque el plan inicial, ese que hizo que Ancelotti se autoinculpara (”Todo es culpa mía”), fue desactivado por Simeone, que verbalizó el cómo: “Sabíamos que podíamos hacer daño por los costados, que sufrían en los centros laterales al segundo palo. Intentamos entrenarlo, buscarlo, y lo ejecutaron de la mejor manera”. Localizó la falla en el sistema y así se cocinó el 3-1, el primer patinazo del Real Madrid en el curso.
Efecto dominó
Ancelotti acabó disgustado con la “fragilidad defensiva”, pero hasta ese minuto 70 el Madrid fue demasiado previsible. El Atleti buscó, y encontró, la espalda a las bandas blancas, porque los laterales, ayer Lucas y Fran García, son armas en este Real Madrid del rombo al centralizar el esquema en zona ofensiva. Jugar con extremos permite al dos y al tres no tener que forzar tanto sus apariciones en ataque y evita el efecto dominó que penalizó tanto Simeone. El énfasis en el ataque lateral no es tal con el 4-3-3, por el mero hecho de tener extremos encargados de generar el peligro, permitiendo que las incorporaciones desde la retaguardia se espacien y sean más sorpresivas. Así lo resumió Álvaro Benito en Carrusel: “El sistema ha naufragado. La estructura no funciona. La defensa del área ha sido muy pobre. Está a tiempo de regresar al 4-3-3. Si se tiene que quedar algún centrocampista en el banquillo se tendrá que quedar”.
Por ello, la entrada al campo de Brahim alumbró ese llamamiento al “sistema viejo que tanto dio” al Madrid “en el pasado”. Amén de ser una reivindicación más del malagueño. “Es uno de los jugadores afectados de este inicio de temporada. Cada vez que ha jugado ha aportado y la idea es darle más minutos”, reconoció Ancelotti tras la victoria ante el Union Berlin. Partido en el que, una vez más, dejó algún flash a pesar de entrar al campo en el 81′. En el Metropolitano apareció antes, pero fue el quinto cambio (antes entraron Joselu, Mendy, Tchouameni y Nacho). En el 4-3-3 se pierde un centrocampista para ganar un atacante, aunque Vinicius está a un paso de volver y ello complica el minutaje aún más. Eso sí, en un dibujo u otro, Brahim enarbola la bandera de la reivindicación.