El Barcelona deja el campeonato casi sentenciado gracias a las paradas de Ter Stegen, que conjuran a un Griezmann que sigue gafado en el Camp Nou. Ferran Torres marca un gol que puede ser determinante.
Un Sant Jordi en forma de Ferran Torres mató al dragón, que amenazaba con salir de la cueva. La victoria ante el Atlético de Madrid consolida la ventaja blaugrana al frente de LaLiga. El gol de Ferran Torres impide que las dudas se instauren en el pensamiento blaugrana, siempre tendente al desastre. El triunfo por 1-0 ante el Atlético de Madrid deja al Barcelona a once puntos de ventaja respecto al Real Madrid a falta de ocho jornadas para acabar LaLiga y a las puertas de una semana en la que se van a disputar nueve puntos en diez días. El Barça, que poco a poco va recuperando jugadores, sabe que está ante la recta final para lograr un título que llevará a sus vitrinas derrotando, como Sant Jordi, a muchos dragones.
El Barcelona llevaba tres partidos sin marcar y su liderazgo en el campeonato se ponía en cuestión. Pero tirando una vez más del 1-0 ese que tantas veces le ha servido al Atlético de Madrid, el equipo blaugrana asentó el contrafuerte de un campeonato que tiene al alcance de los dedos
El partido empezó con todos los malajes que los culés podían imaginar antes del partido. A enumerar: el Madrid había ganado el día antes caminando y echaba el aliento al Barça como ese aire desaliñado del lema de “no quiero, pero puedo”, se jugaba a una hora inapropiada que el propio técnico blaugrana había puesto en cuestión y llegaba a casa el mejor jugador del campeonato, Antoine Griezmann, que lideraba un equipo que no perdía desde que en el mes de enero se había enfrentado al Barcelona.
Y el inicio del partido no pudo ser más agorero para el Barcelona. Busquets cayó en una trampa a los 43 segundos de juego. Tres leopardos rojiblancos fueron a cazarle en la zona de peligro y le robaron la pelota, que llegó a Griezmann. El chico del pelo lila disparó una parábola fenomenal que superó a Ter Stegen, pero el balón dio en el larguero y el bote de la pelota cayó un palmo fuera de la línea de gol como podría haber caído un palmo dentro.
Una distancia que marca la diferencia entre los equipos que tienen la suerte de cara y los que no. A lo largo del encuentro, ambos equipos dispusieron de jugadas en las que la resolución de la misma se dirimió en cuestión de segundos o de centímetros: ahí, el Barcelona siempre llegó a tiempo.
El primer tiempo fue dominado por el Atlético de Madrid. O mejor dicho, por un Griezmann súper motivado que después de disparar al larguero antes de que se cumpliera el primer minuto aparecía en todos los lugares del campo. Organizaba en el último tercio, recuperaba balones en defensa llegando por sopresa e incuso volvía a rematar de sorpresa (minuto 35) pero sus esfuerzos caían en saco roto.
O los compañeros no le acompañaban, Correa volvió a demostrar que es más decisivo saliendo de refuerzo que como titular, o bien se topó con un Ter Stegen que el hecho de haber entrenado ante él supone un plus. Le conjuró todos sus disparos. La mayoría, envenenados.
Aquí hay que hacer un capítulo aparte ante el portero alemán. Acabe como acabe el campeonato, el rendimiento del portero del Barcelona le hace merecedor al MVP de LaLiga, ese que cada partido se le niega por ser portero, como pasó en el partido de ayer.
Si las paradas de Ter Stegen sostuvieron al Barcelona en momentos inciertos, es justo reconocer también que el invitado sorpresa a la fiesta fue Ferran Torres, que compareció contra todo pronóstico como tercer delantero titular y que fue el autor del gol que decidió elpartido y que perfectamente podría dejar visto para sentencia el campeonato. Estaba a punto de acabar la primera parte y lo que mejor hizo Ferran en esa jugada fue chutar y no pasar el balón a un Lewandowski que estuvo infame a lo largo de la tarde. La lógica marcaba que el balón que recibió Ferran al filo de que se decretara el descanso debía ser cedido a Lewandowski, que entraba solo por su izquierda. Eso lo pensaron todos los que estaban en el césped, en el campo, en el sofá de su casa y Oblak, que fue el que dio un paso en falso esperando el disparo del polaco, pero que se comió el chut seco y por el centro de Ferran. Un gol impropio de encajar por parte de un portero como el esloveno.
Aferrado a ese tanto, el Barcelona se creció en la segunda parte, donde dominó más el partido. El tópico de que “quien marca primero lo tiene ganado” se cumplió de cabo a rabo.
El Atlético no supo aplicarle al Barça la presión que era necesaria para intimidarle. Y cuando apretaron, volvía a surgir Ter Stegen como una figura titánica incapaz de ser superada. El alemán volvió a dejar su portería a cero por vigésimo tercera vez esta campaña.
En cambio, en el área rival, Oblak daba gracias a la poca claridad de Lewandowski, que cegado por sus ansias de marcar desperdició la ocasión más clara de LaLiga cuando decidió chutar espantosamente antes de ceder el balón a Raphinha, que estaba solo.
Al final, ya con Pedri en el campo, el Barcelona supo conjurar los ataques cada vez más inocentes de un Atlético que se redujo a la ley del 1-0. Griezmann volvió a fallar donde fallaba. Ter Stegen, no.