San Mamés también le engulló: falló otro penalti y ahonda su crisis. La pelota le quema. “Soy el responsable, pero mostraré quién soy”, promete el francés.
EI comienzo de la era Mbappé en el Real Madrid es un círculo que parece interminable: goles en fuera de juego, ocasiones clarísimas estampadas contra el portero contrario y ver como una de sus armas, los penaltis, ahora le estallan en los bolsillos. Todo eso que venía cociéndose por separado en varios partidos, volvió a concentrarse en San Mamés.
Abrió el marcador en el minuto 13 pero ese gol fue anulado por Sánchez Martínez por fuera de juego tras ir a chequearlo extensivamente en el VAR. Una estampa, esa de ver a Mbappé chafado en la celebración por estar en posición ilegal, que desde el Clásico es un dèja vu. El segundo paso en la maldición en tres actos que arrastra el francés fue el de desperdiciar ocasiones que antes metía con los ojos cerrados. En San Mamés y en el minuto 59, al cuerpo de Agirrezabala. Al muñeco, que dicen los clásicos. Otra más. Es para llamar a Mulder y Scully. Mbappé ha entrado en el Area 51 y de ahí no sale. No es descartable la intervención alienígena en todo esto.
Luego vino el drama del penalti, la tercera estación en el camino de cristales que viene pisando descalzo Mbappé. El 9 madridista cuando se inhibió de chutar el penalti contra el Getafe, la pelota le abrasó en las manos. Bellingham le echó un cable hace cuatro días, pero en Bilbao, Mbappé se debió sentir impelido a no escudarse en nadie porque ahora el resultado mordía y era noche grande. El gráfico de Beyond Stats, la herramienta de Microsoft que utiliza LaLiga en las retransmisiones, mostró que la zona de seguridad del parisino a donde dirigir los penaltis es la derecha y a media altura. Agirrezabala lo sabía. “Creí que repetiría el lugar donde lo tiró en Anfield”, confesó el portero tras el choque. La falta de confianza de Mbappé le vuelve vulnerable.
El que menos apareció en Bilbao
Ancelotti le quitó culpa (“No juzgo el partido de un futbolista por un penalti”) pero hay más indicativos de lo profundo de la crisis que vive su pupilo. En Bilbao, fue el jugador del once titular madridista que intervino en menos acciones (44). Tampoco pide la pelota o hace por entrar más en contacto con la redonda. Encogido. Tras el partido acudió a sus redes a entonar el mea culpa: “Gran error, asumo la responsabilidad. Es un momento difícil pero el mejor momento para cambiar la situación de demostrar quién soy”. Al Madrid y a Kylian les urge.
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