El técnico, expulsado (podría ser sancionado con dos partidos) y sin plan en Heliópolis, terminó frustrado y da alguna señal de nerviosismo en los últimos partidos.
El Barça pesa. Aunque está cerca de los 60 años y es un tipo aparentemente tranquilo lejos de la intimidad del vestuario, donde sí saca a pasear un fuerte carácter, a Flick se lo llevaron los demonios en Heliópolis, donde terminó viendo el Betis-Barça en la tribuna de prensa. El entrenador criado en Mückenloch fue expulsado por primera vez en LaLiga. En la sala de prensa del Villamarín, aseguró que no le dijo nada a Muñiz Ruiz ni a ninguno de los asistentes del gallego. Pero más allá de la justicia de la roja por “salir del área técnica gritando y gesticulando” según el acta arbitral (podría perderse los partidos ante Leganés y Atlético de Madrid), se le vio fuera de sí.
El Barça de Flick se ha caído en las últimas jornadas y el entrenador ha dado alguna señal de nerviosismo. Especialmente, con el gol anulado a Lewandowski en San Sebastián, los tumbos después de la expulsión de Casadó en Vigo; y el pésimo partido en el Villamarín, donde el Barça, más allá de Lamine y las paradas de Iñaki Peña, careció de plan. Cambió a cuatro vacas sagradas (Pedri, Olmo, Raphinha y Lewandowski), pero tampoco funcionó. Un dato lo explica (casi) todo. El Betis no cayó ni una sola vez en fuera de juego, la suerte que mejor ha manejado en el principio de temporada el equipo azulgrana, exhibición incluida en el Bernabéu. Sea por falta de piernas, por pérdida de ángel en la puesta en marcha de la presión, o porque los rivales le han encontrado las vueltas, la defensa en línea no fue amenaza. El Barça parecía haber puesto el reloj en marcha de nuevo en Palma, pero puede que el “shit november” de Flick no haya terminado.
as