Con Vinicius, Bellingham y Rodrygo muy activos, el astro francés sigue afinando su guitarra y buscando su sitio idóneo. En Mallorca ‘invadió’ la banda de ‘Vini’.
EI fútbol no es un videojuego y muchas veces, dos más dos no son cuatro. Incluir a una superestrella nueva en un once establecido no es tan sencillo como activar unos botones y sentarse a esperar, y Kylian Mbappé por ahora no es la excepción. Sus dos partidos iniciales como madridista, Varsovia y Son Moix, confirman el elemento humano de las supernovas futbolísticas: necesita adaptación, ajustes, encontrar su sitio en una galaxia ganadora a la que dará muchísimo más lustre y poderío pero que ya funcionaba sin su presencia.
El único tanto del francés, al Atalanta, fue de una ejecución perfecta pero evidenció el nuevo papel al que se enfrenta. Ahora tiene que ceder parte de su repertorio dual (creador y ejecutor de ocasiones de gol) para enfocarse más en ser finalizador. Entre ambos partidos, Kylian fue el que más remató del Madrid (siete veces)… pero no construyó ninguna ocasión. En menos metros, hincar colmillo. Vinicius, en una ubicación más parecida a la tradicional en Mbappé, con la banda izquierda como estepa, sí estuvo más activo y creó ocho ocasiones ante la portería rival.
Una situación, la de terminar de enchufar a Mbappé, que no preocupa al Madrid lo más mínimo. Internamente se daba por hecho que retornar al 4-3-3 tras el 4-4-2 poliédrico del curso pasado iba a necesitar algo de rodaje. No lo hubo en la pretemporada porque las vacaciones escalonadas de la plantilla obligaron a que el bólido fuese probado directamente con la Supercopa de Europa. Los reglajes y automatismos del curso pasado le funcionaron bien a Vinicius, muy activo contra el Atalanta y en Son Moix (aunque en Mallorca fue de más a menos), a Bellingham, MVP descomunal en Varsovia, y a Rodrygo, que se siente con asiento de lujo en la misma mesa que ellos.
Es Kylian el que aún da síntomas de estar en el proceso de hallar el mejor acomodo. De lograr sincronizarse con sus compañeros de ataque, algo esencial para el sistema de tres delanteros que permutan posiciones constantemente que ha avisado Ancelotti. La mejor prueba es acudir a las estadísticas avanzadas. El sistema de la empresa Opta que registra las posiciones promedio que ocuparon en el campo los jugadores madridistas indica que durante el 2-0 al Atalanta, Mbappé se situó generalmente en una zona centrada, entre Vinicius y Rodrygo. Sin embargo, contra el Mallorca, el francés ‘invadió’ la zona de Vini. Ante el cepo de Arrasate, tendió a buscar su hábitat de comodidad en la segunda mitad. Y mejoró.
A Mbappé parece que aún le falta un punto más en la plancha, por mucho que la campaña pasada ganase más minutos de experiencia como nueve con Luis Enrique. En su estreno en el PSG, en 2017, sí fue todo mucho más suave para él. Marcó en sus dos primeros partidos con el equipo parisino (un 1-5 al Metz y un 0-5 al Celtic en Champions), pero claramente escorado en la banda. En la derecha, porque la izquierda era propiedad de Neymar, y sin responsabilidades como punta, porque eso era misión de un especialista, Cavani.
En sintonía con su fiabilidad
La mejor noticia para Mbappé es que, aunque no se está pudiendo involucrar de manera tan influyente, como solía en el PSG y suele con Francia, sí que ha vuelto con la mirilla calibrada. Su gol en esos primeros siete remates como madridista están en línea con su fiabilidad histórica: desde que es profesional marca cada 4,55 disparos que intenta. Tiene sus dos primeros intentos contra el Valladolid de margen para sostener ese gran promedio.
Un alto grado de exigencia para una superestrella que está habituada a ello y que está respaldada al máximo por Carletto. “Ha llegado un talento extraordinario, sólo debemos ayudarle a adaptarse”, analizó el italiano en la previa del Mallorca. “Ha entrado muy bien en el vestuario, con humildad, muy serio…”.
La adaptación en lo personal de Mbappé va viento en popa. Sólo queda emplear la lima con las aristas de la otra para ser el de siempre, ahora como mascarón de proa de este Madrid que acomete el reto del Septete.
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