El delantero no se puso en contacto con el club rojiblanco hasta ayer para comunicar que se iba, quince días después de lanzar un tuit común diciendo que “su sueño era ganar títulos como rojiblanco”.
Hasta ayer por la tarde, Álvaro Morata no se puso en contacto con el Atlético para comunicarle al club que se iba, el Milan, su club de destino, tampoco. Fue a las tres de la tarde cuando el delantero envió un mensaje a Miguel Ángel Gil, consejero delegado, y Carlos Bucero, director general de fútbol, solicitando reunirse con ellos. Quería que ellos fueran los primeros en conocer que se marchaba, cuando la decisión estaba tomada. La reunión se produjo en el Metropolitano y, aunque en ella hubo mucho cariño y respeto mutuo, no dejó de ser recibida con sorpresa en el seno rojiblanco ya que, a pesar de sus dudas mostradas en varias entrevistas en medios la última semana del torneo, Morata, ni su entorno, había adelantado al club que se iría, máxime cuando el 2 de julio, quince días antes, sí lo había hecho. Para decir que se quedaba.
El vaivén este verano
Fue después de que el Al-Qadsiah árabe, donde está Míchel de entrenador, le hiciese una oferta de 45 millones por tres temporadas. El jugador entonces sí llamó al Atlético para decir que no se iba y que su sueño era ganar títulos como rojiblanco. Un mensaje que ambos lanzaron a la vez en sus redes sociales, con un tuit compartido, que parecía zanjar el tema: “No puedo imaginar lo que tiene que ser ganar con esta camiseta y no voy a parar hasta conseguirlo”. Morata se quedaba y el Atlético afrontaba el mercado con esa tranquilidad, con tener la delantera cubierta con Álvaro, Griezmann, Correa, Samu y la posibilidad de que Carlos Martín se quedara.
Pero Italia, país al que le unen profundos lazos familiares, su mujer nació allí, en Mestre (Venecia) tiraba de su brazo con insistencia. Una Italia que la temporada pasada ya intentó que regresara (jugó en la Juve en la 14-16 y en la 20-22). Lo hizo la Juve, la Roma, el Inter y el Milan, el último con más insistencia pero se topó con un escollo: el precio de su cláusula entonces, 20 millones. Una cifra que el año pasado se rebajó primero a 15 y después a 13 en una doble renovación que abría esa rendija este verano. El Milan no la había abonado en las últimas horas aunque hoy espera a Morata, que después del estadio viajó hasta Los Ángeles de San Rafael para despedirse personalmente de la plantilla, con largas charlas con Simeone y con Koke, a quien estaba profundamente unido, para que pase el reconocimiento médico. El Atleti, mientras, debe dar un viraje en su planificación deportiva: encontrar en el mercado un delantero titular.
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