Courtois no mentía: es el conejo de hielo

Sus tres paradas clave en la primera parte sostuvieron al Madrid sobre el filo. Como en la Catorce, achantó al rival.

Real Madrid’s Belgian goalkeeper #01 Thibaut Courtois makes a save from Dortmund’s German forward #14 Niclas Fuellkrug’s header during the UEFA Champions League final football match between Borussia Dortmund and Real Madrid, at Wembley stadium, in London, on June 1, 2024. (Photo by JUSTIN TALLIS / AFP) (Photo by JUSTIN TALLIS/AFP via Getty Images)

A Thibaut Courtois le ponen las finales. No es postureo o un intento de mostrar suficiencia impostada. Si Tibu dice que la adrenalina de los partidos con título en juego le hace ser mejor, visto lo de París en 2022 y lo de Londres ayer, es para créerselo. Porque sus nueve paradas al Liverpool con las que aún sueña Klopp (“Esa noche el cabrón de Courtois tenía doce manos”, rememoró el técnico alemán hace poco) también le han amargado la vida a Edin Terzic.

El técnico de origen balcánico hizo todo lo humanamente posible para encontrarle los puntos flacos al Madrid. Hizo de Füllkrug el nueve tanque más indetectable de la historia, generó autopistas radiales para que Adeyemi se hinchara a correr y hasta Sabitzer coqueteó durante muchos minutos con la posibilidad de ser el MVP. Todas esas estructuras para desestabilizar al rey tradicional de la competición fueron correctas, pero lo que no se puede diseñar gracias al big data y la ayuda de un batallón de analistas es cómo superar a un portero top cuando se siente aún más top después de superar dos lesiones graves consecutivas.

En el minuto 20, su figura de casi dos metros atosigó lo suficiente a Adeyemi en el mano a mano para que el borusser se echara la pelota demasiado larga y eso permitiera a Carvajal alcanzar a taponar el gol. Siete minutos después, otra vez el belga metió una mano contra Adeyemi. En el 40′, otra firmísima a un disparo de Sabitzer que iba dando botes como una liebre. Una analogía perfecta para explicar a Courtois. El pasado miércoles lo explicaba el propio portero en AS al hablar de su serenidad en las finales: “Es sangre fría, lo que en holandés llaman el conejo de hielo, que con presión no te vengas abajo, sino al revés, te crezcas. Me gusta, me hace jugar mejor. Volveré siendo el de siempre”. No mentía.

Cuando ganó la Catorce y como punto final a un sueño largamente buscado, Tibu se tatuó en el antebrazo su primera Champions. Por cómo ha vuelto, como si no se hubiera ido, y aunque tenga 32 años, va a tener que ir reservándose más espacio en la piel…

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