Layhoon Chan propondrá a Lim que renueve al Pipo, con contrato hasta 2025, antes del inicio de la próxima temporada.
Rubén Baraja (Valladolid, 1975) está haciendo milagros desde su llegada al banquillo de Mestalla. A lo Moisés en el Mar Rojo, cuando el Valencia se hundía la temporada pasada hacia la Segunda División, él abrió las aguas para salvarle del descenso. Esta temporada, como Jesús con los peces y los panes, está apostando y revalorizando a una generación de canteranos a los que da nombre: La Quinta del Pipo. Y gracias a Baraja, el Valencia, al que muchos auguraban el peor de los destinos en septiembre, llega a marzo resucitado como Lázaro: salvado y mirando a Europa.
El principal aval que tenía Baraja cuando firmó como entrenador por el Valencia era su condición de leyenda. Nunca había dirigido en Primera y hacía tres años que no ejercía. Sin embargo, 380 días después, Baraja tiene un cartel válido para infinidad de clubes e ideal para cualquier propietario: un entrenador que apuesta por convicción por los jóvenes, que ejerce de líder del vestuario y saca rendimiento a la plantilla que le dan. Por si fuera poco, que en este Valencia de Lim es mucho, es funambulista en sala de prensa. Ahí dice las cosas que tiene que decir, pero lo hace sin que el máximo accionista le ponga la cruz (Prandelli, Marcelino, Gracia, Bordalás…) y, a su vez, sin que el aficionado le vea como un aliado de la propiedad (Nuno, Celades, Gattuso…).
Miguel Ángel Corona y Javier Solís pusieron el nombre de Baraja encima de la mesa de Lim y en los próximos meses Layhoon Chan le propondrá al máximo accionista su renovación. Baraja es lo mejor que le ha pasado al managment local desde que acabó la pandemia. El vallisoletano tiene contrato hasta 2025 y la intención es ampliarle un año más (2026) antes de que comience la próxima temporada. La dirección deportiva y el cuerpo técnico comparten una pauta que defendía mucho en su época Johan Cruyff: un entrenador tiene que tener mínimo dos años de contrato por delante cuando arranca una temporada. Es el contexto ideal para transmitir a los jugadores sensación de proyecto y, a su vez, potenciar el respeto al entrenador entre ellos.
Baraja pasó el miércoles por los micrófonos de El Larguero. Y allí dejó claro que, si bien él ahora está centrado en las jornadas que restan de campeonato, “voy a estar abierto a hablar”. Lo que tiene es ambición para que el Valencia vuelva a ser lo que históricamente ha sido y lo que quiere es que “la ambición del club vaya de la mano con la mía propia”. Baraja, en la entrevista en la SER apostilló que “no me da la sensación de que nuestros canteranos se vayan a ir pronto”, en referencia a ventas masivas el próximo verano.
Baraja, en su planteamiento de crecimiento y ambición, no está pensando en resultados inmediatos. El técnico siente por el día a día que vive en el vestuario que en Paterna se está “construyendo algo”. Y ese algo puede devolver al Valencia a sus tiempos de vino y rosas. Pero no de la noche a la mañana. “No podemos creer que vamos a pasar de pelear por evitar el descenso en la última jornada a la Champions en dos años”, comenta con asiduidad. Baraja, a la hora de renovar, tampoco pone en el top de sus peticiones la inversión a realizar. Él más que dinero lo que quiere ver es proyecto, funcionamiento de club de fútbol de toda la vida. Es decir, él asume que habrá ventas, aunque da por hecho que no serán al por mayor. La clave es el poco (nulo) margen de maniobra que deja Lim para anticiparse a las ventas y planificar.