Ricardo Centurión volvió a incorporarse a la actividad futbolística; el volante ofensivo, tras sus préstamos en San Lorenzo y Barracas Central envueltos en nuevas polémicas, había retornado a Vélez Sarsfield, pero estaba apartado del plantel. La nueva dirigencia decidió darle una nueva oportunidad y ayer se realizó los estudios médicos de rigor y hoy se sumará a los entrenamientos en la Villa Olímpica.
En su llegada a Vélez, Centurión alcanzó un alto rendimiento, con Gabriel Heinze como técnico. Pero luego surgieron sus reiterados problemas de conducta fuera de las canchas y su nivel de juego disminuyó. Fue a préstamo a San Lorenzo y después a Barracas Central, pero se habló más de sus incidentes en su vida particular que de su talento y calidad en el campo de juego. Ambas experiencias fueron negativas y el futbolista fue devuelto antes de tiempo.
Fabián Berlanga, nuevo presidente de El Fortín, señaló que “Pensamos en el bienestar de la persona y después en el jugador. Estamos atentos a darle a Ricardo lo que necesite para que se mejore personalmente y después futbolísticamente”, en una entrevista con DSports Radio.
Este caso del club de Liniers brindándole apoyo a un futbolista por problemas de conducta y tratando de priorizar el aspecto humano, tiene un antecedente que se remonta a 1998. En 1996, un pibe de las inferiores, Juan Darío Batalla, derrochaba unas enormes condiciones y pronto saltó a la Primera y debutó cuando Osvaldo Piazza era el técnico. Sin embargo, tanto talento mostraba este volante ofensivo como incidentes en su vida personal y hasta una recordada pelea con el capitán Roberto Trotta durante una práctica de fútbol en la cancha auxiliar.
Marcelo Bielsa, su siguiente técnico de Vélez, llegó a decirle una frase muy gráfica: “Usted con la pelota es Maradona y sin la pelota también…”. La vida personal del habilidoso futbolista estaba intercalada por peleas, hechos policiales, adicciones…
Marginar a Batalla del plantel profesional, o hasta del club, asomaba como una posibilidad. Sin embargo, la conducción de la entidad –Raúl Gámez, y los presidente y vice del Departamento de Fútbol Profesional, Guillermo Pizzoglio y Eduardo Slutzky– decidieron involucrarse para tratar de enderezar la vida personal del juvenil.
“Vélez siempre se caracterizó por sus valores humanos, por eso decidimos en la mesa chica hacer todo lo posible para protegerlo y corregir su conducta. Venía de un ambiente complicado, dos de sus hermanos se suicidaron, fue padre muy chico, el entorno no lo ayudaba tampoco”, recuerda Eduardo Slutzky ante la consulta de IAM Noticias.
El ex directivo tuvo varias charlas con Batalla y se encargó de acompañarlo y esperarlo a la consultas con la psicóloga Rosa Basz, contratada especialmente por Vélez. A ese consultorio del barrio de Belgrano llegó a ir en cierta ocasión hasta Marcelo Biela para interiorizarse de la situación de su díscolo dirigido.
“En aquella época hablar de un tratamiento psicológico en el fútbol, era casi una mala palabra. Por eso digo que éramos adelantados”, sentencia Slutzky. Desde la entidad también decidieron mudar a Batalla desde su barrio pesado, en el norte bonaerense, a un amplio departamento en Liniers.
Pese al esfuerzo y la dedicación de la institución, el camino de Batalla no se enderezó. Pasó por muchos clubes del ascenso y del exterior: Universitario de Deportes (Perú), Sarmiento de Junín, Atlético Rafaela, Excursionistas, San Marcos (Chile), Deportivo Merlo, Talleres de Remedios de Escalada, Defensores de Belgrano, Huracán de Tres Arroyos, PSS Sleman (Indonesia), Compostela (España), Huracán de Comodoro Rivadavia, San Telmo y Mataram (Indonesia). Los desajustes en su vida privada le impidieron transformar esa gran promesa futbolística que avalaban sus condiciones en una auténtica figura.