Sopla las velas con el mayor desafío de su carrera en el horizonte: liderar el Real Madrid, ya sin Benzema. Hoy se cumple un lustro de su llegada. Regresa el 19 de julio.
Subido al Cristo Redentor, Vinicius abrió los brazos y cerró una etapa. La del tándem con Benzema, la del 20 a la espalda; punto y final a sus 22 años. Porque a partir de hoy, ya son 23. ‘Juventud divino tesoro’ para quien, desde lo más alto de Río de Janeiro, dio la bienvenida a lo que empieza. El mayor desafío de su carrera hasta la fecha: liderar el Real Madrid. Porque la marcha de Benzema, rumbo a Arabia Saudí, ha dejado huérfano el trono de Chamartín. Sillón dorado y rodeado de tantas estrellas, pero desierto de un nuevo líder. Porque hay una sutil diferencia entre ser estandarte y bandera: hay muchos de los primeros, pero sólo una de las segundas. Y a partir de esta temporada, le toca a Vinicius. Lo sabe él y lo sabe el club. Nuevo rey, nuevo 7.
Y para mucho tiempo: el año pasado renovó hasta 2027, con una cláusula de 1.000 millones de euros. La traducción, ante el mercado, de un candado irrompible y sin cerradura. Contrato blindado ante propuestas absolutamente millonarias, por si los cantos de sirena se entonasen en la ópera. Vinicius no tiene ninguna intención de abandonar el Real Madrid, pero incluso por si acaso, garabato y acuerdo. Le toca dar un paso al frente en todos los sentidos. El primero, que la temporada que viene Benzema no estará para aportar los 31 goles que anotó la reciente. Tampoco los 44 de la 2021-22, o los 30 de la 2020-21. Y es que desde el adiós de Cristiano Ronaldo aquel verano de 2018, el Real Madrid siempre ha encontrado en el francés su máximo goleador. Cuatro temporadas seguidas siendo el pistolero más temido de Chamartín. Ahora le toca a Vinicius, antónimo de gol en sus primeros meses; sinónimo ahora. Superado el vértigo de cara a puerta que relució nada más aterrizar, viene de firmar 23 goles, siendo la estela de Karim en esa faceta. Le caen más miradas, responsabilidad, peso y galones.
Nexo en el vestuario
Como jerarquía en el vestuario, donde también ha relucido una metamorfosis mayúscula. Nada más llegar sus compañeros hablaban de él como un jugador tímido, ceñido a los entrenamientos y partidos. Con cierto respeto ante el pelotón de estrellas que le rodeaban. Ahora todo es diferente. Se ha convertido en un nexo de unión para los fichajes. Fue el primero en dar la bienvenida a Güler (“uno más que elige el más grande”, escribió en sus redes sociales) y en los últimos días ha acogido en su tierra natal a Camavinga, subiéndolo hasta lo más alto del Cristo Redentor. Casi nada.
Su amistad con el francés está siendo de lo más comentado. “¡Tres brasileños!”, llegó a bromear Rodrygo, posando con ellos. Vini descansa y exprime sus últimos días de vacaciones. Porque, al ser llamado por Brasil para los dos amistosos posligueros (ante Guinea y Senegal), tiene permiso hasta el 19 de julio, cuando el equipo despegará rumbo a Estados Unidos. Más concretamente, a Los Ángeles, donde se medirá al Milan. Así, hoy arranca su última semana de vacaciones, soplando las velas de su 23 cumpleaños y pidiendo un deseo que sólo él conoce. A la vuelta, se anunciará su continuidad. E irá a por Zidane. Cuenta atrás ante su sexto curso en el Real Madrid, con el deber de convertirse en la nueva gran estrella, recogiendo el testigo que ha dejado Benzema tras 14 temporadas de servicio. A punto de volver. Con alma de líder y en todo lo alto.