En vísperas de las semifinales de la Champions League ante el Milan, Inzaghi afinó la máquina con dobletes de Dzeko y Lautaro Martínez. Dimarco continúa brillando. Los nerazzurri, cuartos
Algo más de cinco minutos les bastaron al Inter Milan para evidenciar ante el Hellas Verona que luce más en la jornada intersemanal que en fin de semana. Entre Copa (la de Italia, donde ya está en la final tras eliminar a la Juventus) y Copa (la Champions League, donde afronta un duelo vintage con ese derbi della Madonnina que vale una final ante el eterno rival), los de Simone Inzaghi, que tiene que lidiar con el ruido externo generado por la irregularidad deportiva en la que se han movido los nerazzurri durante toda la temporada, hicieron añicos a su rival en crecida para aprovechar una jornada a pedir de boca: del quinteto que compone el vagón del Calcio que lucha por dos billetes de la Champions League, tropezaron la Roma y el Milan, con sendos empates a uno.
El resultado es que el Inter Milan cogió el mejor impulso posible para afrontar la serie de ochomiles que le vienen y que definirán la calificación deportiva y el destino del técnico italiano. Primero la Roma de Mourinho, antes del doble enfrentamiento europeo con el Milan. Entre medias, el Sassuolo. Y después, Nápoles, la Fiorentina en la final copera, y los duelos finales contra Atalanta y Torino para acabar sellando ese cotizado viaje a la próxima edición de la máxima competición continental. Pero el Inter quiere hacer esta vez los deberes a su tiempo, consciente del peaje físico y emocional que deparará su cruce con los rossoneri.
nzaghi, que echó aceite a una caldera que ha cogido temperatura, como diría Ancelotti, al tramo decisivo de la temporada, se permitió el lujo de reservar a su cerrojo, André Onana, y a la arteria aorta por la que fluye la mayor parte del caudal del fútbol de este Inter, Nicoló Barella. Así, liquidó por la vía rápida un trámite con poca historia y convertido finalmente en un mensaje de aviso a navegantes: Federico Dimarco vuela por carril izquierdo, el cañón de Çalhanoglu echa humo, Mkhitaryan tiene cuerd para rato y Lautaro Martínez ve la portería más ancha que nunca. Con el Toro a este nivel, hay licencia para soñar en el Giusseppe Meazza. Con seis tantos en los últimos ocho encuentros, golea a las dudas, dando carpetazo a una racha de diez partidos sin anotar.
Momento Lautaro
Dos se apuntó hoy el ariete argentino en el Stadio Marc’Antonio Bentegodi, además de asistir a Dzeko en el tercero, antes de que la fortuna sonriera a los nerazzurri con un cabezazo formidable, aunque en la portería equivocada, de Gaich tras un centro a pie cambiado deDimarco. El carrilero izquierdo italiano es la carta maestra de este renovado Inter. Un alborotador incansable con reciente estrecha relación con el gol: repartió dos asistencias ante el Benfica en la Champions y anotó el gol decisivo ante la Juventus. El estreno del marcador finiquitó el choque, con la squadra interista goleando en punto muerto.
Después de ese autogol, tras cinco minutos, Çalhanoglu envió un ovni a la escuadra. Apenas segundos después, Lautaro, después de que Mkhitaryan aprovechara otra desgracia en forma de resbalón de Tameze, habilitó a Dzeko para que el bosnio definiera con solvencia ante las barbas de Montipo, al que le ‘enterró’ una goleada. La segunda parte fue terreno para el Toro, que llega resabiado ante el rojo del Milan. De nuevo otro robo en presión alta de Brozovic, reflotando otra seña del antiguo Inter, para la vaselina final de Lautaro. Dzeko, con una acción de dos toques – control con la derecha y zurdazo al palo largo- y Lautaro, vestido de delantero ratonero al rebañar y rematar desde el suelo un balón a la deriva, certificaron el set del partido.