Al Athletic le sobra la Liga

Domingo negro para el equipo de Valverde, negado ante un gran Girona, encabezado por Aleix García. Lesiones de Nico, Yeray, Unai Simón, Raúl García y Morcillo. Y autogoles de De Marcos y Vesga

El Athletic parece empeñado en despreciar la Liga, en remitirse a otro torneo; en definitiva, en quedar abocado a pensar en la Copa. Se podía poner sexto, reengancharse a la tan anhelada pelea por Europa, y dejó pasar otra oportunidad de oro. El Girona, que en dos comparecencias se había llevado un par de derrotas y ni llegó a marcar, esta vez hizo tres goles. Bueno en realidad, uno, los otros se los dejaron en el buzón en plan regalo. Día histórico, por tanto. No es que saliera el conjunto vasco en huelga, pero su cabeza parecía más en El Sadar que en su Catedral. Todo se le torció desde el primer sorbo. La caraja defensiva le llevó a arrastrarse durante toda la matinal. Después llegaron autogoles, catarata de problemas físicos y jugadores casi desahuciados por el técnico al rescate. Fue un triunfo más que merecido del equipo de Míchel, que supo ahondar en los problemas que fueron apareciendo al rival a lo largo de uno de los días más aciagos que recuerda, un domingo negro y de lo más accidentado.

Las indecisiones, la pésima defensa del balón parado y los errores con pérdidas tontas propiciaron un 0-2 en 20 minutos para olvidar por parte local. A partir de ahí, el Athletic se dedicó a mandar con el balón, pero sin generar juego interior ni remates. Empuje sin cabeza, sin ninguna idea. Y en estas, llegó un 1-2 inesperado. Quedaba una hora para empatar, pero, a renglón seguido, se persistió en el despropósito. Era difícil con este panorama gestionar la segunda parte. El pulso de San Mamés iba muriendo sin remedio. Raúl García negó el destino y, con diez por el infortunio de la lesión de Morcillo, hasta se engendró una mínima esperanza dentro de dos horas llenas de rarezas. El más constante fue Aleix García, el rey de San Mamés.

Una concatenación de desastres bilbaínos, que no de fatalidades, puso al Girona con una jugosa ventaja de 1-3 al borde del descanso. Se encontró el equipo de Míchel un Athletic reiterativo, que insistió en su debacle del partido de la primera vuelta en Montilivi, posiblemente el peor hasta ahora en la Liga. La mañana ya llegaba atravesada con el anuncio de baja de Nico Williams y en la primera parte se lesionó Simón, es decir, adiós a los dos internacionales. Luego cayeron Yeray, Raúl García y Morcillo.

La tropa de Valverde no entró bien al partido y en el minuto 4 ya se encontró el primer mazazo, con una bonita combinación por el flanco zurdo, culminada por Aleix García, un jugador de enorme talento forjado en el Villarreal, que un día reclutó el City y que ha pasado por muchos sitios, incluidos Bélgica, Rumanía y Eibar, hasta encontrar en Girona el sitio ideal para desatar su enorme clase. Pero eso era solo el principio. Lo del minuto 19 era paranormal. Sacó de puerta Simón en corto pero sus compañeros andaban en el desayuno. En una zona tan peligrosa como la prolongación del área pequeña, Vesga arriesgó en exceso, algo impropio en un tipo de su calibre, y se la cazó ‘Taty’ Castellanos, aunque los reflejos felinos de Simón evitaron un gol que habría dejado retratado al vitoriano. El Girona ganó dos balones de cabeza en la jugada posterior y Bueno exigió otro esfuerzo del meta internacional. A la tercera, ya no fue capaz de arreglar más entuertos. Como lo que mal discurre siempre puede empeorar, De Marcos acabó ese fragmento de partido marcando en propia meta.

El Athletic era una calamidad, un equipo que presionaba con cierto decoro, pero en cuanto le superaban en medio campo, dejaba enormes parcelas para jugar libremente. La basculación era muy exagerada y Míchel demostraba tener el partido perfectamente estudiado. Los visitantes dieron un paso atrás con el 0-2, se sentían muy cómodos atrincherados en su área. Los leones no ofrecían señales de peligro, más allá de un tanto de Iñaki en un fuera de juego de esos en los que desde el VAR se tiran las líneas de una forma peculiar, como lanzadas por un parvulito que aún no sabe cómo manejar bien la regla. Una chapuza como un piano de grande. La monotonía la pudo romper Yuri con un golazo desde la esquina del área, con el recorrido de 22,4 metros, atravesando un bosque de piernas. Uno de esos tantos que la tecnología, ahora que se ha apoderado del fútbol, delimitó con un 3,7 por ciento de probabilidades de alcanzar el éxito. Su primer tanto este curso.

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