Mientras a miles de kilómetros, Argentina y México jugaban su partido en el estadio Lusail, en el porteño barrio de Palermo se vivió clima de cancha con hinchas de ambos países siguiendo atentamente lo que ocurría en Qatar y compartiendo comida típica mexicana, color, calor y buena onda .
Un refugio gastronómico tradicional, La Fábrica del Taco, colocó pantallas en sus salas, y ofreció sus tacos, burrito y cerveza a comensales mexicanos -su habitual clientela- y argentinos en un clima muy futbolero y mundialista. Hubo medios de prensa invitados, IAM Noticias entre ellos, como testigos de una nueva fiesta futbolística.
Eran locales los aztecas, casi todos con la camiseta verde de su Selección, y no faltaron algunas típicas máscaras de los luchadores mexicanos y las imágenes de la Virgen de Guadalupe. La alegría los distinguió durante toda la jornada y ni siquiera la derrota, al final, los aplacó.
Aplausos y voces de aliento surgieron de todas las mesas con la aparición de los equipos, mostrados en la pantalla de TV, y ambos himnos se escucharon con emoción y respeto. Las palabras de apoyo, aprobación o decepción, en tono argentino o mexicano, se replicaron antes, durante y después del partido.
El tema Cielito Lindo –“ay, ay, canta y no llores…”-, seguramente la canción que más identifica a México, retumbaba. En el primer tiempo cuando el histórico Guillermo Memo Ochoa le atajó un tiro libre a Lionel Messi, surgió el grito de “Ochoa, Ochoa”. Al comienzo se hicieron sentir más los mexicanos.
El partido no ofrecía emociones durante esa etapa inicial, pero el ánimo, en el local lleno de gente, no decaía. En el entretiempo se dio un mayor ida y vuelta entre el “Mé-xi-co” y el “Vamos, vamos Argentina”, pero siempre en un marco de camaradería y con cero agresividad.
Afortunadamente esos cruces amenazantes y agraviantes subidos en las redes sociales en los últimos días, no estuvieron presentes en el restaurante mexicano de la calle Gorriti.
En el segundo tiempo la mejoría de Argentina entusiasmó más a los hinchas blanquicelestes. Un grupo ubicado en una escalera estalló con el gol de Messi y el canto “Que de la mano de Lio Messi, todos la vuelta vamos a dar” copó el ambiente. “Sí se puede”, replicaban, con más ilusión que sentido de realidad, los hinchas mexicanos.
El gol de Enzo Fernández elevó más la euforia argentina, aunque no apagó la alegría mexicana. Todo concluyó con aplausos, apretones de mano y deseos de suerte en la jornada final. Con cortesía y tolerancia, como corresponde.
Los tacos y las Corona se habían acabado, igual que los gritos de gol, de un sólo lado, y los pronósticos. Se apagaron las platicas y los chamuyos. Hasta que el fútbol y el Mundial vuelva a convocar a este auténtico rito de amor a una camiseta y a una bandera.