Flamengo goleó a Vélez Sarsfield 4-0, en el estadio José Amalfitani, por el partido semifinal de ida de la Copa Libertadores y dio un enorme paso para volver a ser finalista. El miércoles próximo jugarán la vuelta en el estadio Maracaná, y el resultado en Buenos Aires prácticamente dejó definida la llave.
El equipo carioca ratificó todo lo excelso de su juego, como viene ocurriendo en esta edición de la Libertadores. Rotación, desmarque, transiciones rápidas, altas individualidades y mucha jerarquía. Y lo sufrió Vélez, que pese a algunos instantes de juego acertado y de su personalidad y entrega, no pudo frenar el abultado caudal futbolístico de Flamengo.
Con Flamengo desparramando su calidad y Vélez intentando hacerle frente, y una volada de Lucas Hoyos para desviar un tiro de Pedro y una estirada de Santos para desviar un remate de Lucas Janson venía desarrollándose el primer tiempo. Hasta que a los 31 minutos, un centro de la derecha de Leo Pereira al área superó el mal intento de Matías De Los Santos, que tuvo una actuación flojísima, errando el cabezazo y le quedó justo para el toque preciso de Pedro para poner el 1 a 0. Y Lucas Hoyos reaccionó tarde y mal.
Mejoró Vélez y un tiro libre de Luca Orellano pegó en el poste. Pero en el primer minuto de descuento, Flamengo aumentó la diferencia con un golazo de alto vuelo. Una serie de combinaciones, moviendo la pelota de izquierda a derecha con precisión y efectividad desembocó en el exquisito pase, de aire, de Gabigol para la definición de lujo de Everton Ribeiro.
Pedro, con dos goles más para completar su hat-trick, sentenció el partido, y seguramente también la serie, en el segundo tiempo. El goleador de Flamengo recibió el pase de Gabigol y remató desde un ángulo cerrado, superando a Lucas Hoyos, a los 15 minutos. Y a los 37 metió otro golazo, definiendo con un medido derechazo cruzado.
En medio de estos últimos dos goles de Flamengo, Vélez volvió a tener unos minutos de reacción. No fue suficiente como para preocupar, ni siquiera un poquito, a un rival que pudo haberse llevado una goleada mayor. Un par de tapadas de Hoyos en manos a manos y la falta de puntería en el tiro final evitaron que el mejor equipo del continente retornase a Brasil con una victoria más abultada todavía.
Para trazar una equivalencia, hubiese sido como si Carlos Monzón pelease con un boxeador amateur, como si un runner entusiasta corriese contra Usain Bolt o como si un corredor con su coche de categorías zonales compitiese contra Fangio en su Alfa Romeo o Ferrari. En un deporte como el fútbol, quizás el único, se puede dar el milagro. Esta noche en Liniers, no sucedió. Para nada. Y la alegría fue sólo brasilera.