Eduardo Calvo es un actor profesional que lleva varios años de recorrido actuando, componiendo y dirigiendo, aunque el personaje que lo identifica más es el Heavy Re Jodido, con su humor simple y efectivo llevándole la contra a todo y a todos.
“Si quiero hacer un gol, lo hago en contra” o “Voy a la cancha a hinchar por el árbitro”, con su peluca, sus ojos desorbitados, su campera de cuero y su tono de voz tan especial, son dos de sus chistes clásicos al meterse con la temática futbolera.
Su trayectoria artística, sobre los escenarios, pantallas chica y grande, estudios de radio y también como docente lleva varias temporadas. En una entrevista con IAM Noticias, Calvo (59 años) no sólo respondió sobre estos temas, sino que además habló sobre su vínculo con el deporte.
“La natación es mi deporte favorito, me gusta mucho nadar. Antes me gustaba también jugar al fútbol, pero hace mucho que dejé. Como espectador no lo sigo tanto, prefiero el fútbol del ascenso, es menos negocio. Sí veo los Mundiales e hincho por Argentina”, dice.
Afirma que “sufro cuando equipos que alguna vez tuvieron grandes momentos hoy estén luchando abajo, como el caso de Ferro”, dice. Su hijo, Pablo, es hincha del equipo de Caballito, vale aclarar.
Destaca que “me fascinan los clubes de barrio, los admiro y valoro mucho. Son la esencia. Por eso el personaje del Heavy es hincha de Sacachispas”.
Existió un nexo entre el fútbol y el cine en su recorrido cinematográfico. Eduardo Calvo fue uno de los protagonistas de No llores por mí, Inglaterra,una desopilante película que combinó las invasiones de los británicos con un partido de fútbol.
“Actuaron Fernando Cavenaghi, Evelina Cabrera y José Pepe Chatruc, muy buena onda los tres. Fue una gran experiencia mezclando un acontecimiento de nuestra historia con un partido fútbol en un clima cómico. Lo lindo y movilizante de esta película, en lo personal, fue que la proyectamos en cárceles y después hacíamos debates, junto al director Néstor Montabalno, con los detenidos”, señala.
Por estos días, Calvo está al frente de El mundo se puso heavy, en el Paseo La Plaza, los viernes por la noche; y los fines de semana realiza giras por el país. Y son varios los proyectos a punto de ser lanzados, entre ellos La máquina de la alegría,dirigida por Alfredo Allende, y Lennons, donde comparte elenco con Gastón Pauls, Betiana Blum, Luis Machín, Nito Mestre, David Lebón y Malena Guinzburg, entre otros.
La enseñanza es otro aspecto de su nutrida agenda, lleva más de dos décadas en su Escuela de Arte Cómico, dictando cursos presenciales y virtuales. “Me encanta dar esas clases, es un crecimiento tremendo para mí y para los alumnos. Muchos van para desenchufarse de los problemas y rutina y terminan encontrando su vocación. Trabajamos con todas las vertientes del humor”, explica.
Se entusiasma contando que “los alumnos, de todas las edades, participan de la elaboración de sketches. imaginan historias y las llevan a la práctica, trabajan mucho la creatividad y la imaginación”.
Trazando un paralelismo sobre si el futbolista nace o se hace, el artista porteño responde que “el actor nace y se hace, las dos cosas. Por ahí nació y no se dio cuenta, porque se dispersó con su laburo. Por eso está bueno buscar dentro de uno mismo. Nunca es tarde. Son frases como un mandato, dicen no nací para esto, pero es una excusa para no hacerlo”.
La comedia y el humor son su carta de identificación, sin embargo, Calvo transita el drama. Actuó o dirigió varias obras en el teatro General San Martín, compartió escenario con Alfredo Alcón en La Tempestad y tuvo sus papeles en Té de Ceibo -“era muy fuerte”, admite- o “Víctor, o los niños al poder” -“me dirigió Lorenzo Quinteros”, rememora-, demostrando su versatilidad.
Sobre el Heavy re jodido manifiesta que “la participación en el programa de Marcelo Tinelli hizo popular a un personaje que nació en 1988 en el espectáculo Muchas pelucas para un sólo Calvo. Pero mi carrera abarca mucho más que este personaje”.
Los artistas sufrieron bastante el parate por la pandemia. Sin embargo, Calvo se mantuvo muy activo. “Me faltó, como a todos mis colegas, y extrañé ese contacto directo con el público, pero me mantuve muy ocupado. Escribí mucho, hice cortos de humor que subí a Facebook, junto a mi hijo escribimos una serie de ocho capítulos. Todos esos meses estuve trabajando bastante y elaborando proyectos”, manifiesta.
Finaliza con una sentencia: “la actuación es ilusión, es magia, es transformación”. Podría afirmarse lo mismo del deporte.