3.05 AM. Estoy agotado. Salgo al balcón y hay un silencio sepulcral, lógico.
Se siente en la noche, y la noche siente, que le sacaron a un aliado, a un compañero, y también a una víctima.
En algún lugar de la ciudad, cerca del río, hay una multitud que espera. Que espera despedirse. Que espera gritarle en la cara, como él alguna vez un gol a una cámara, que lo ama.
Nada tiene sentido, todo tiene sentido, todos sentimos.
Dios quiso entretenerse y creó a un ser a su altura para divertirlo con una pelota. El Diablo, envidioso, tentó al mismo ser para entretenerse destruyéndolo, mostrándole al mundo las contradicciones que rigen las normas del universo.
Y nosotros… nosotros finalmente nos damos cuenta de que Maradona era un pibe que jugaba a la pelota como nadie, Pelusa, y que todo el resto, si nos hubiera pasado a nosotros, nos habría matado una vida antes.