Un resbalón no es caída, dice el saber popular. Y no lo fue, al menos por ahora, para Racing. De hecho, la Academia ganó en su último compromiso por el Grupo F de la Copa Libertadores y sólo por tener un gol más en contra que Nacional quedó en la segunda posición, detrás del equipo uruguayo.
Sin embargo, la sensación que dejó el triunfo por 2-1 ante Estudiantes de Mérida fue acuosa, como la tarde-noche misma de Avellaneda. Resultó de una endeblez alarmante, teniendo en cuenta que en la siguiente ronda se medirá con los equipos más poderosos de la fase de grupos.
Existen piezas en Racing que parecen encajar a la fuerza, más por voluntad del entrenador, Sebastián Beccacece, que por coincidencia de sus contornos. Jugadores que no terminan de amoldarse. Rendimientos subterráneos.
Nicolás Reniero colabora pero no confirma sus condiciones para imponerse en el arco rival. Leonel Miranda no logra erigirse en el dueño de este equipo, como sí lo hizo en Defensa y Justicia con Beccacece, pese a tener buenos partidos en Avellaneda.
Un indescifrable Hector Fértoli asume valientemente la responsabilidad en Uruguay de ejecutar un penal caliente y convierte, pero en ese partido, y en anteriores, y en el siguiente (el de anoche) vuelve rápidamente a la normalidad y se pierde en su propio laberinto.
Por su fuera poco, los pocos minutos que Beccacece le otorga a Lisandro López, el emblema de Racing los exprime al máximo. Y pone en evidencia que en el fútbol, la pausa y la inteligencia son tan o más importantes que la verticalidad extrema.
Licha retrocede y se une al circuito de juego. Reparte para acá y para allá. No se obnubila por estar en las puertas mismas del área y se toma un tiempo más para pensar.
López asiste a Lorenzo Melgarejo y el guaraní desata así un nudo que Racing tardó poco más de una hora en desatar (descontando el inesperado penal que le concedieron antes del cierre del primer tiempo y que Fértoli envió a las nubes).
También ingresa Matías Rojas y aporta clase y jerarquía. Es fácil cargar contra quienes transitaron una mala noche, se dirá, y elogiar a quienes tuvieron un buen ingreso. Pero la ecuación se repite. Las fichas cambian y, cuando entran los que nunca deben salir, Racing modifica su fisonomía.
Darío Cvitanich ingresa sin mala cara por un puñado minúsculo de minutos y aporta un desequilibrio pocas veces visto en la hora y media anterior. Y da muestras de que está bien, incluso mejor que otros que el técnico elige de manera permanente.
Racing está a tiempo. Solo debe acomodarse y obtener firmeza en cada uno de sus pasos. También obeceder a la calidad manifiesta de cada integrante del plantel, y ser consecuente con ese aspecto.
El fútbol está lejos de ser una ciencia exacta. Y quizás el tiempo anule todas y cada una de estas palabras y le entregue el “Premio a la Razón 2020” al entrenador, que sin dudas es quien más sabe.
Sin embargo, todo parece indicar que de seguir por este camino, en octavos de final, a Racing el camino se le presentará con varios obstáculos. ¿Los podrá superar? Claro que sí, pero es mejor no andar de resbalón en resbalón, como si el piso estuviera enjabonado.