Días de fiesta en Mardel con las joyas del surf argentino

Desde bien tempranito llegan con la pasión y la onda que heredaron de los mayores. Sus tablitas bajo el brazo, algunas mechas rubias, los bronceados de decenas de días en el agua, las caras blancas por el protector infaltable y los físicos que, se nota, ya empiezan a tallarse por las cientos de horas de hacer el deporte que aman. Impacta cómo la estética surfer está presente, como si fuera un torneo de profesionales. Pero también cómo ellos reencarnan la esencia de un deporte que, además de crecer hasta convertirse en olímpico, se ha transformado en cultura y filosofía de vida para miles de personas. Una forma de vivir que se traspasa de generación en generación. Una transferencia que quedó reflejada en el Young Guns, el torneo más importante y de mayor tradición del circuito argentino junior (de 8 a 17 años) que se disputó en el balneario Honu Beach de la Capital Nacional del Surf. Una competencia cuyo concepto (valorar y potenciar a los jóvenes talentos) ha dado a luz en otros países a estrellas mundiales (Julian Wilson, Kanoa Igarashi o Mickey Wright) y que en la Argentina está logrando un impacto similar. Esta edición, como siempre organizada –impecablemente- por Quiksilver y Roxy, fue la primera fecha del circuito de ambos sexos fiscalizado por la Asociación de Surf Argentino y contó con la impactante cantidad de 106 pibes/pibas inscriptos, incluyendo dos chicos de Uruguay.

Hubo ganadores de todo tipo en la disputa de las cinco categorías, aunque algunos se robaron una mayor atención, la gran mayoría del Team Quiksilver & Roxy que arrasó, como pasó en el 2019 (se llevó seis de los nueve títulos en juego). Cocó Cianciarulo, hija del legendario músico Sr Flavio -fundador de los Cadillacs-, se impuso en Menores de 16 y Menores de 18, teniendo apenas 15 años. Y, encima, luego de sufrir un incidente con un surfista amateur, que la terminó golpeando en un feo incidente que sucedió en las semifinales de M18 y le generó tener que competir dolorida y angustiada. “Me dolía bastante en la serie, pero bajé un par de olas buenas y pude dejar el tema atrás”, se sinceró la rider de Roxy. Thiago Passeri, hijo del famoso Martín, actual y seis veces campeón argentino Open, ganó en M12 -es el campeón defensor- y cerró segundo en M14, con tan sólo 10 añitos. No fueron los únicos “hijos de famosos”: Ainoha Di Mena, la menor de las dos veces maratonista olímpica María Peralta, se llevó la categoría Espumeras (M10, asistida por adultos en el agua). También brillaron los tres hermanos Ruggiero: Facundo, de 8 años, se consagró en la categoría M10, Nacho (15) en M16 y fue cuarto en M18, y Juan Cruz llegó tercero en M18. Por último, como frutilla del postre de un segundo día con olas de calidad, Franco Radziunas se llevó una tremenda final de M18, apenas días después de ser 3° en la jornada inaugural de Open. Todos los triunfadores se llevaron premios de Quilsilver y TCL, incluidos teléfonos de alta gama. Final ideal para dos hermosos días de playa, sol, surf, música y mucha energía joven.

Porque claro, más allá de triunfos y derrotas, fue una verdadera fiesta juvenil. Con un ambiente de diversión y felicidad que no es tan usual en una competencia. Dio placer ver a los más chicos, rivales en la olas, compartiendo risas y alientos, incluso intercambiando consejos. “No cambia nada en el agua. Son mis amigos, afuera y adentro”, deja claro, con madurez, uno de los más peques, Facu Ruggiero, quien empezó a surfear a los dos años y a competir a los 7. Una competencia sana que entiende qué es lo verdaderamente importante. No sólo ellos, sino también sus familiares, buscando –salvo excepciones- que lo chicos, sobre todo, la pasen bien. “La idea es que se formen mientras se divierten, que se desarrollen como deportistas y personas mientras hacen lo que les gusta. Nunca al revés”, explica Passeri, el mítico campeón argentino que además es el director del Centro de Alto Rendimiento (CEEIS) que acaparó el torneo con 60 inscriptos. “Acá apostamos a eso, a la formación deportiva, con valores innegociables, como el respeto, el compañerismo, la disciplina y el orden. Que los más chicos jueguen y a partir de ahí mejoren habilidades y hábitos. Es la mejor forma de cautivar su atención. Si ellos están en un ámbito que la pasan bien, aprenden. Luego, cuando van creciendo, se les exige más. Se apuesta a que sumen constancia, que se lo tomen en serio para que sean lo mejor que puedan ser. Pero sin perder de vista lo importante y por eso buscamos un ecosistema que los mejore como personas. Yo no quiero grandes surfistas y campeones que sean irrespetuosos. Eso no se negocia”, agrega quien además es el coach de la mayoría de los grandes talentos argentino, incluido su hijo Thiago.

Tan motivados se los ve que uno de los chicos, Mateo García Rabini, de 10 años, contó que vendió su Play Station 4 para pagarse su ingreso al CEEIS luego de que su padre le dijera que no podía costear el campus. “No me costó hacerlo. Hago lo que sea por surfear: levantarme a las cinco de la mañana o meterme al agua en pleno invierno. Es mi deporte pero también mi pasión. Y estar acá era lo que quería”, dice. Un nene que va contra la corriente. Mientas otros amiguitos se desviven por tener la última consola de juego, Mateo eligió otro camino. “Ahora que no tengo la Play es aún más fácil estar todo el tiempo que puedo en el agua”, cierra. A su lado, Simón Siri, de ocho años, asegura que ya surfeado olas de más de 2 metros y no duda en decir que “el surf es lo mejor que le pasó en la vida”. El impacto por la pasión de los nenes hace que la pregunta sobre el boom de este deporte en los más chicos se traslade a JC Ruggiero, de 17 años. “Cada día arrancan de más pequeños. A la edad de mi hermano (8) éramos dos o tres, ahora ves decenas que se están potenciando todo el día, metiéndose al agua y hablando de surf”, comenta. Una tendencia que aumenta, justo en un año en el cual el deporte tendrá su debut olímpico en Tokio. Para más datos, Passeri: “El camp lo arrancamos con ocho alumnos de al menos 12 años y ahora hay 62 -sin contar los de alto rendimiento-, con chicos que arrancan a los 6”, agrega.

-¿Y vos cómo ves esta generación con respecto a las otras, Martín?
-Toman la competencia como algo que está bueno. Antes era vista como algo que estaba fuera de la filosofía de vida del surfista. Hoy, para ellos, es un escenario real, que los motiva, sin perder de vista la esencia del deporte.

Su hijo, al lado, asiente. “Me encanta competir y la estrategia que se necesita para eso… Pero no me quita la diversión. Gane o pierda. Creo que siempre aprendo. Y nunca pierdo de vista que en el agua tengo amigos, más allá de que sean rivales”, admite Thiago. El padre, en tanto, arranca con el análisis sobre si la relación padre-dijo es la misma que la de coach-dirigido. “No, debe entender que es uno más. Cuando doy una orden es para todos. Acá soy su coach, en casa soy el padre”, aclara Martín. “Me gusta que papá sea mi entrenador. Sabe mucho y me trata como a cualquier otro”, acepta Thiago. Dirigir a un nene de 10 años es un tema delicado, más si es tu hijo. “No cambia para mí. Trato de motivarlo y exigirlo, si tiene ganas. Cuando no, lo dejo ser. Como a todos. Hay que estar atento a cómo están ellos”, cierra.

Los más chicos se divierten mientras aprenden y los más grandes, como Franco Radziunas, ya se focalizan en el nuevo salto. “Antes tomaba el circuito Open para prepararme para el Junior y ahora es al revés. Me encanta ganar entre los chicos de mi edad, pero ya me tomo el surf de otra manera, con más seriedad y ambición, pensando en los profesionales, en poder ganarles”, finaliza el nuevo fichaje de Quiksilver. Cada cosa a su debida edad. Un ambiente que busca escapar de las “locuras” sociales que viven algunos chicos en la actualidad, para que ellos puedan disfrutar y desarrollarse mientras hacen lo que los apasiona.

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