Casi dos décadas y media tuvieron que transcurrir para que Diego Armando Maradona contara con la posibilidad de tener una revancha como entrenador en el fútbol argentino.
Mandiyú de Corrientes y Racing Club, a mediados de los ’90, fueron los eslabones que unieron el cumplimiento de la sanción por dóping en el Mundial de Estados Unidos 1994 y su paso final como jugador por Boca.
Ya como entrenador, apenas su paso por el seleccionado argentino con el que dirigió el Mundial de Sudáfrica 2010 lo devolvió al fútbol autóctono.
Después de esa experiencia, y según denunció el propio Maradona, por decisión de Julio Grondona, ex presidente de AFA, su nombre quedó vetado en los clubes del medio local.
Así tuvo que transitar caminos exóticos como Emiratos Árabes y Sinaloa, donde estuvo muy cerca de ascender a Dorados a la máxima división del fútbol mexicano.
Un problema en su rodilla trajo a Maradona de regreso al país y sorteó esa circunstancia con éxito. Hasta que la mala campaña de Darío Ortiz dejó el banco vacío en Gimnasia y Esgrima La Plata.
Gabriel Pellegrino, presidente del Lobo, pensó en el 10 y le ofreció el cargo. Maradona lo pensó y aceptó, pese a la delicada situación del equipo en los Promedios.
Su decisión generó una verdadera revolución principalmente en la capital bonaerense, aunque la locura se trasladó a cada ciudad que el técnico visitó con Gimnasia.
Por caso, llenó el estadio del Bosque el día de su presentación, en un domingo sin partido. Enhorabuena, el fútbol argentino comenzó a pagarle, con reconocimientos que no distinguieron colores, todo lo que Diego le dio.
Desde lo deportivo, de momento, su campaña con el Lobo no es del todo exitosa. Tampoco su paso está alejado de las turbulencias, fiel a su estilo. Maradona amagó con renunciar en momentos en que la política jugó fuerte en Gimnasia, que estaba en tiempos de elecciones.
Pero el presente se remendó y Maradona decidió continuar en busca del sueño de mantener a Gimnasia en Primera. Más allá de si consigue o no ese objetivo, 2019 quedará como el año en que el rey regresó a su tierra. Y ese es un dato que no debe soslayarse.
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