Colmado y eufórico. Así estuvo esta tarde el estadio Marcelo Bielsa, hogar de Newell’s Old Boys. Volvió Diego Maradona al Parque de la Independencia, donde vistió la 10 rojinegra en 1993, y media Rosario estuvo de fiesta.
El partido ante Gimnasia y Esgrima La Plata, fundamental en la lucha por la permanencia, pareció apenas una anécdota en los momentos previos al silbatazo inicial de Fernando Echenique.
Maradona, abrazado acaloradamente desde su llegada a la ciudad, el lunes, volvió a vivir un momento mágico. Justo él, que de esos instantes sabe demasiado.
Se emocionó desde el primer paso que dio sobre el césped el Diez. Sus ojos gotearon. De los cuatro costados bajó el “Maradó, Maradó”. El técnico del Lobo agradeció.
Se abrazó con Maxi Rodríguez, a quien dirigió en el Mundial de Sudáfrica y también con Kudelka. técnico rival. Le habló al pueblo rojinegro, que estalló cuando dijo: “Soy leproso”.
Luego fue escoltado por la policía local, con un celo excesivo e innecesario, hasta el costado de la cancha. Allí, por si le faltaba estampar su firma en algún sitio, lo hizo en un sillón especial que Newell’s le preparó y desde donde vivió el partido.
Por último,el partido comenzó y todos comenzaron a pensar en sus propios objetivos.