“No hay mal que por bien no venga”. Braian Toledo repite este refrán popular como un mantra. Su historia le demostró que, luego del sufrimiento, llega el aprendizaje, un paso clave para luego disfrutar más cuando aparecen las buenas. El orgullo de Marcos Paz es un ejemplo de cómo puede darse vuelta una historia con tesón, sacrificio y disciplina. Tras una infancia marcada a fuego por el abandono, la violencia y las necesidades, este atleta de 26 años se convirtió en uno de los más prestigiosos deportistas argentinos y, desde un país sin tradición en jabalina, en uno de los mejores lanzadores del mundo. Pero claro, en un año que parecía una rampa para un nuevo despegue, el destino le tenía preparado otro obstáculo: Braian se rompió cuatro ligamentos de su tobillo derecho y debió pasar por el quirófano, perdiendo así la chance de estar en los Panamericanos de Lima y en el Mundial de atletismo en Doha. “Al principio fue un golpe duro, sentí tristeza, porque tenía mucha ilusión en estos torneos. Estaba viviendo la temporada de mi carrera, mejor que nunca en lo físico, en lo mental y en lo técnico, pero enseguida traté de ponerme positivo. Mi reflexión es que por algo pasó, algo tengo que aprender. Y por eso intento sacar el mayor aprendizaje para mañana ser una mejor persona y un mejor deportista”, analiza Toledo con la madurez de un veterano.
-¿Y qué sentís que debés aprender de esta lesión, de este contratiempo?
-Varias cosas. Primero me enseña a estar quieto. Llevo 15 años
entrenando y compitiendo, casi sin descanso. Apenas paraba un mes por
año. Esta vez será la primera vez que estaré tanto fuera de las pistas. Y
lo aprovecharé. También me sirve para trabajar la
paciencia. Uno siempre está encerrado en sus cosas, en comer, dormir y
entrenar. Y ahora, que estuve 70 días con muletas, tuve que aprender a
necesitar de otros, a entender que mis tiempos no son los del resto. Son
aprendizajes en lo humano. Este tiempo también
me sirve para disfrutar más de los míos. Pasé muchos años privilegiando
mi carrera y sacándole tiempo a mi familia. Y ahora puedo llevarlo a mi
ahijado al colegio, charlar con mis hermanos. Es tiempo de escuchar. Y
de escucharlos… Siento que me hace mejor
persona. Lo mismo que ayudar a otros. Siempre me gustó hacerlo, como lo
hicieron conmigo de chico, y hoy es otra de mis prioridades. Estoy en
varios proyectos solidarios que cada día crecen más y eso me hace sentir
pleno.
El año pasado, pese a sus esfuerzos por mantener la iniciativa en silencio, se conoció que Toledo destina una parte de sus ingresos a ayudar a gente carenciada. La idea era armar unas bolsas con ropa y alimentos, subirse al auto con su novia, recorrer los barrios y, cuando veían una casa o una familia con necesidades, bajarse y darles el regalo. Una especie de Papá Noel, pero de carne y hueso. Luego de viralizada la historia, a Braian se acercó tanta gente y tantas empresas que ahora la ayuda la tiene mucho más centralizada, aunque no deja de hacerse esas escapadas cuando su rehabilitación se lo permite. Toledo se focalizó aún más en Huella Weber, el programa social de la empresa Weber Saint Gobain que, tras nueve años, se ha afianzado como más importante relacionado con el deporte. Tiene como embajadores a buena parte de los más prestigiosos deportistas del país, quienes eligen lugares a refaccionar y la empresa se encarga. Hasta el año pasado, Toledo estuvo a full con la ONG Arriba los Pibes en el Marcos Paz, un merendero que hace mucho más que dar de comer a 80 chicos. Y en este 2019 arrancó un nuevo proyecto, en Los Pepitos, otro merendero aún más grande que atiende a 100 chicos, de lunes a viernes, con una comida más los domingos.
“A este lugar lo conocí hace tres años. Estábamos un día en una concentración con mi entrenador argentino Mauricio Villalba y veo que recibe un mensaje y se pone triste. Le pregunté por qué, si había pasado algo con la familia y ahí me contó. El, con su mujer, daba clases ya en ese merendero y le habían avisado que dos de las nenas había ido descalzas. Los dos nos pusimos a llorar… Pero no nos quedamos así: salimos a comprar dos pares de zapatillas y ya no paré de ayudar, con libros, ropa, alimentos. Y cuando tuve la chance lo sumé al proyecto de Huella Weber, sin dejar de ayudar a Arriba los Pibes. Es emocionante cómo ha avanzado en su infraestructura. Ya no se llueve, los pibes no se mojan… Fuimos hace poco a visitarlo, me acompañó Paulita Pareto (NdeR: otra embajadora del programa social) y nos emocionamos mucho. Poder ayudar me llena el alma y más cuando me encuentro con los nenes”, relata Braian con la emoción a flor de piel.
-¿De qué hablás con los nenes, qué te preguntan, qué les transmitís?
-Son chicos tímidos, vergonzosos… Los que carecemos de tantas cosas de chicos nos cuesta socializar. Me pasó a mí y notó lo mismo en ellos. De mi carrera no les hablo, salvo que me pregunten. Sólo quiero preguntarles cómo están, qué necesitan, cómo es su familia, si van al cole… Y trato de transmitirles mi historia, para darles esperanza en la vida. Les aconsejo que no piensen en lo material, que no se necesita tanto para ser feliz, que lo importante es que sean buenas personas, que sean solidarios… Porque yo creo mucho en multiplicar las buenas acciones.
-¿Y cómo te vas del lugar? ¿Triste porque ves una realidad dura o contento porque ayudaste?
-Depende del día. A veces más triste que contento, sobre todo últimamente porque veo que cada día son más los chicos en el merendero. Debería ser al revés, cada año que voy, debería haber menos. Pero no es así, quiere decir que hay algo que anda muy mal. Pero también me voy contento porque al menos puedo hacer algo. Poder ayudar es de lo más lindo que me ha pasado en mi vida. Me reconstituye. Braian está en plena recuperación. Ya dejó muletas y espera el alta para octubre. En noviembre deberá retomar el trabajo de campo con Kari Ihalainen, el finlandés consagrados como uno de los mejores coaches de jabalina del mundo. Hace un par de años que está junto a Toledo potenciando su presente/futuro. “Voy a volver mejor, no tengo dudas”, dice quien tiene la mente puesta en los Juegos Olímpicos de Tokio. “Estoy muy motivado pensando en el 2020. Por suerte esto paso cuando tenía que pasar y le estoy sacando lo positivo. ¿Te diste cuenta por qué te digo que no hay mal que por bien no venga”, cierra. Usted la tiene clara, señor Toledo.