Podría resumirlo Eduardo Sacheri, fanático confeso de Independiente, en uno de sus tantos geniales textos. La historia de un joven misionero que se forjó en la cantera del Rojo y alcanzó el punto máximo para cualquier jugador que se desempeñare del medio hacia adelante con la camiseta del Diablo puesta: vestir la 10 del Bocha.
Hace apenas una semana, Martín Benítez se refirió a la función que tendrá en el nuevo Independiente de Sebastián Beccacece y, entre pregunta y pregunta, relativizó la cuestión del dorsal.
Claro que, de todos modos, destacó la importancia simbólica de esa emblemática casaca que hizo grande Ricardo Bochini, el ídolo máximo del club de Avellaneda, en una brillante carrera.
“Es un número más, sé que para Independiente es muy valiosa porque Bochini la usó mucho tiempo. No sé quién la va a usar, yo no tendría problemas, pero no estoy pendiente de eso”, afirmó Benítez en aquella ocasión.
Lo cierto es que esa chance se concretó. La partida con mucha pena y poca gloria del ecuatoriano Fernando Gaibor liberó la 10 para quien la quisiera, y Bochini, al parecer, se decidió.
En las redes oficiales de la institución, Benítez, de 25 años, ocho de ellos en Primera División, y dos títulos internacionales, posó junto al Bocha, multicampeón nacional e internacional con Independiente.
Las dos camisetas con el número 10 se estamparon con ambos nombres y los dos, presente y pasado del Rojo, intercambiaron apellidos para la foto.
Bochini, así, le dio la venia al futbolista que transformó reprobación en cariño, para ser el encargado de llevar a Independiente aún más alto.
“Sé que sos el mejor acá para poder tenerla. Te deseo mucha suerte”, le dijo Bochini a Benítez. El misionero, sorprendido, le respondió que se sentía orgulloso y que intentará ir por más campeonatos.