“Me hicieron muy feliz”, le dijo a sus jugadores Gustavo Coleoni antes de iniciar la serie de los penales frente a Sarmiento de Junín. El Sapo, así, les sacó algo de presión a esos futbolistas que buscaban devolver a Central Córdoba de Santiago del Estero a la Primera División del fútbol argentino.
Y el plantel que conduce le devolvió la confianza a Coleoni, con máxima eficacia en la definición desde los doce pasos. Y el Ferroviario, que transitó por infinidad de categorías, celebró su desembarco en la Superliga, donde se medirá con los poderosos.
Parte del protagonismo en esos festejos se los llevó el entrenador. Primero con un abrazo eterno con su hijo, ambos revolcados en el mismo césped del estadio Eva Perón de Junín. Luego, con sentidas palabras, prendidas de apenas un hilo de voz, y con lágrimas en los ojos.
“Esto es merecido por el grupo. Fue una final palo y palo, es una condición que pusimos en todos los partidos como visitante”, repasó el Sapo.
El entrenador de 50 años y una dilatada trayectoria en clubes del ascenso, agregó: “Uno va para atras y ve todo el sufrimiento, y haber dejado cosas importante de mi vida”.
“Quiero agradecer a todos los clubes que me dieron laburo, a todos los jugadores que dirigí, que siempre dieron todo, y a veces se da y otras no”, completó.
Luego, siguió con los festejos, tan feliz como antes de la definición por penales.